El Cementerio Greyfriars está alrededor de la capilla Greyfriars Kirk, en Edimburgo, muy cerca de la célebre Royal Mile a escasos cinco minutos andando. Mucha gente asocia este cementerio con Greyfriars Bobby, el perro fiel que vigilaba la tumba de su amo. El dueño de Bobby fué John Gray, un hombre que trabajaba como vigilante nocturno y decidió conseguir un perro para que le acompañara en sus noches. En el momento en que John falleció en 1858, el perro se mantuvo enfrente de su lápida hasta que murió 14 años después.
La lápida de Bobby se encuentra en la entrada del cementerio, en el lado opuesto de la puerta del cementerio.
En este cementerio también, se encuentra enterrado George Mackenzie, Bloody Mackenzie (el sangriento Mackenzie). Cuenta la historia que George MacKenzie fue abogado del rey y juez de la ciudad de Edimburgo durante sus días, allá por el siglo XVII aunque es conocido particularmente por los juicios a los Covenanters. Se dice que fueron al menos un millar de Covenanters, de los cuales muchos fueron llevados en barco a las Américas para ser vendidos como esclavos. Según se comenta que este fantasma causa moretones y cortes en los que entran en contacto con él y muchos de los que visitan este cementerio han sentido extrañas sensaciones.
Los visitantes que andan por el paseo de la Ciudad de los muertos comentan que han tenido lesiones sin haber sufrido ningún tipo de accidente. Incluso han habido muertes que han tenido lugar en el cementerio mismo.
Además de estas historias, se dice que en este cementerio hay varios espíritus que deambulan por Greyfriars. Además, las lápidas y estatuas que hay en el interior, llaman la atención por su belleza.